¡Dos argentinas llegan a 365 días sin comprar nada!
Deseo consumido, dos mujeres y un desafío: pasar todo un año sin comprar nada.
Por las creadoras del proyecto Deseo Consumido: Evangelina Himitian y Soledad Vallejos
«Llegamos. Estamos del otro lado de la meta. Y una sensación de alivio y de aprendizaje nos invade por completo. También algo de nostalgia. Vamos a extrañar esto. Aunque la mayoría debe creer que, íntimamente, estábamos deseando que llegara el día que terminara nuestra experiencia, lo cierto es que ahora sabemos que nuestra vida no será la misma.
Esto no será un paréntesis en una vida de consumo desenfrenado. Tampoco una experiencia progre de autoconocimiento. Y después del apocalípsis consumista, ¿qué? Ya nada será igual para nosotras.
Nos lo preguntaron infinidad de veces en estos meses: ¿Y… ya sacaron pasajes para Chile? ¿Miami? No. Para nada. Lo más valioso fue habernos conectado con nuestro costado más auténtico. Más imperfecto. Y, en cierta manera, fue una experiencia détox.
Estamos desintoxicadas del consumo. Más convencidas que nunca. Las promos ya no tienen poder sobre nosotras. Cuando vamos caminando por la calle y de reojo las vemos allí pegadas en las vidrieras, como el último manotazo de ahogado de un sistema que se volvió insostenible, nos reímos de costado. Con disimulo. Meneando la cabeza, como quien logró escapar de la trampa y no volverá a caer en las mismas redes.
El mayor aprendizaje de este año quizás fue éste: ¿Sabés qué pasa cuando estás todo un año sin consumir? ¡Nada! No pasa absolutamente nada. Las cosas son sólo cosas. Podríamos estar otro año con el mismo sistema y todavía habría stock como para sobrevivir sin sentir carencias reales. No pasa nada. Simplemente el apocalípsis consumista, ese temor al fin del mundo que sobrevendría si dejábamos de comprar, nunca ocurrió. Estamos a salvo. El mercado no tiene la potestad de destruirnos.
Todas las cosas que tenemos en nuestras casas, aunque no sean las más lindas o las más modernas, siguen teniendo utilidad, a pesar de que la obsolescencia percibida e inducida nos haga creer lo contrario. Son sólo cosas.
También nos preguntaron muchas veces. ¿Y cuánto ahorraron? Para ser sinceras, no lo sabemos. Bastante. O poco. La verdad, no nos importa. Simplemente que para nosotras, ahora, el dinero no tiene el mismo valor que hace un año. Y no sólo en términos inflacionarios. Con una inflación del 40%, hubiera sido el peor negocio postergar consumo en pos de ahorro. Y ese es el mandato que hace que la rueda del consumo siga girando. Obviamente, como no gastamos, ese dinero no se fue. Parte se la comió la inflación. Parte la ahorramos y otra parte la destinamos a pasar buenos momentos con nuestra gente, sin que el gasto fuese un impedimento.
En este año, salimos a comer, a tomar café, descorchamos un vino para cada cumpleaños u ocasión que lo ameritaba. Paseamos, invertimos tiempo en los que queremos y se lo hicimos saber. Recorrimos, visitamos, proyectamos, aprendimos. No nos privamos de nada. Al menos esa es nuestra sensación, a pesar de haber cumplido al pie de la letra el contrato con el que nos comprometimos a no comprar nada más que lo necesario. Es difícil monetizar el aprendizaje. Pero, básicamente, dejamos de comprar cosas con plata que no teníamos, que es eso lo que hacemos cuando pagamos con tarjeta de crédito.
Hace doce meses que nuestro cerebro no recibe la placentera sensación de la dopamina que se libera antes de una compra. Esa ansiedad por saber qué voy a comprarme, dónde, cómo conviene pagarlo… Todo ese folclore que precede a una compra, simplemente, desde hace un año ya no es parte de nuestra vida. Ahora mismo, estamos sentadas a la mesa, en la casa de nuestros amigos Mariana y Rodrigo, celebrando esta etapa. Acá, en el mismo lugar en el que, hace poco más de un año les contamos a nuestras familias la decisión de retirarnos del consumo por un tiempo.
Y, en el debate que otra vez se instaló en torno a Deseo Consumido, las dos coincidimos en que durante este año, no extrañamos nada la sensación de comprar. Pasamos la Navidad, nuestros cumpleaños, las vacaciones y, en todos los casos, siempre optamos por versiones minimalistas de nuestros antiguos festejos. Con la familia, con amigos, un asado, una pizza, o lo que haya. Festejamos de forma más sencilla, en nuestras casas, en una plaza, con menos invitados pero mejor elegidos.
No quedan cuentas pendientes con 2016 ni con 2017. Hemos disfrutado de este año como una de las mejores temporadas de nuestras vidas.»
Fuente: deseoconsumido.com