Minimalismo extremo: Los que se despojan de casi todo lo material
El Minimalismo que viene. Bajo el lema “menos es más”, esta tendencia global se instala en Argentina.
Daniela vendió toda su ropa y sus muebles para donar lo recaudado. Agustina dejó sus cinco ambientes en Las Cañitas para mudarse a un cuarto. Mariano y Mariel se lanzaron a las rutas y cuentan con liviandad: «Nuestra mochila es nuestra casa». El estilo de vida minimalista – que invita a reducirse a lo estrictamente esencial – es una tendencia en el mundo y de a poco se instala en la Argentina.
El primer paso es deshacerse de lo innecesario y todo lo que no aporte valor o felicidad. El resultado suele ser solidario, ya que muchos donan lo que les sobra a quienes más lo necesitan. Para «convertirse» o «transformarse» – dos palabras usadas por los principiantes – existen algunos retos populares:
* Vivir con menos de 100 posesiones.
* Tirar o donar 40 bolsas en 40 días.
* Vestirse durante 3 meses con las mismas 33 prendas.
* Deshacerse de una prenda cada vez que se compre otra.
* Seguir la máxima «si en un año no lo usás, regalalo».
Pero el minimalismo no se aplica sólo a lo material, sino también al trabajo y las relaciones. Se lo considera una forma de vida. Como hizo Daniela Callejo (36), una licenciada en Relaciones Públicas que dejó la comunicación de marcas para trabajar en el Anses y como asesora independiente, además de ponerse a estudiar filosofía. Vivió 12 años en un tres ambientes de Puerto Madero, pero decidió mudarse a 35 m2 céntricos que hoy son su casa/oficina. Vendió toda su ropa y muebles, para donar lo recaudado.
«El trabajo con Madero Solidario me movilizó y me hizo ver que yo tenía mucho más de lo que necesitaba desde lo material. Se puede ser feliz con muy poco, la felicidad es algo interior», asegura Callejo. Cuando sus amigas le preguntan «si se volvió hippie», ella se encarga de explicar la diferencia. «Uno elige qué comprar y lo que le gusta. El minimalismo puede ser lujoso: tengo un solo perfume, porque me gusta. Todo lo que compro me agrega valor y tiene una intención», cuenta ya instalada en su monoambiente.
Muchos señalan a Marie Kondo, una japonesa experta en organización, como su musa inspiradora. También mencionan a Joshua y Ryan, protagonistas del documental Minimalism de Netflix, quienes muestran los beneficios del «menos es más». En Facebook hay varios grupos –por ejemplo «Minimalismo Argentina» tiene más de 790 miembros– que intercambian consejos y fotos de la transformación. Y en algunos países se ofrecen cursos y el servicio de «coaching de estilo de vida simple».
El caso de Agustina Heredia (32) es impactante. Esta diseñadora gráfica vivía muy cansada y con alto nivel de estrés. Hizo un curso de respiración en El Arte de Vivir que le cambió la vida. Renunció a su trabajo y se convirtió en instructora. Dejó su departamento de cinco ambientes en Las Cañitas para vivir en un cuarto de la fundación, en Vicente López. Hoy no necesita más que ese espacio, porque así se siente libre y feliz.
«El trabajo y la vida que llevaba no tenía ningún sentido y tampoco le estaba aportando algo a la sociedad. Vivía angustiada, corriendo y compraba en exceso», cuenta a este medio. «Al principio dudé en mudarme a este espacio porque sentía que iba a perder mi libertad. Sin embargo, desde el primer día que estoy acá me siento mucho más libre de lo que jamás me sentí. Ahora tránsito la vida más liviana. Vivo más ajustada, pero más consciente y plena», sostiene.
Quienes saben de vivir livianos son Mariano Cadeneau (31) y Mariel Olivera (26), promotores del minimalismo viajero. «Nuestra mochila es nuestra casa», sostienen el ingeniero en sistemas y la traductora de inglés, ambos de Buenos Aires, que largaron sus rutinas, vendieron todo lo que no usaban activamente y redujeron sus pertenencias a 60 litros. Luego pasaron a una mochila de 45 litros –con menos de 60 objetos– y, para su sorpresa, tampoco faltó nada esencial. Para su próxima aventura quieren migrar a 30 litros.
«Esto del minimalismo es una especie de adicción, porque sentimos que como en cualquier otro campo en la vida, siempre se puede mejorar», analiza la pareja que desde abril del 2016 recorre Sudamérica y lo cuenta en el sitio El Gran Viaje. «Fuimos conociéndonos mejor y dándonos cuenta de que para vivir una vida plena necesitábamos mucho menos de lo que creíamos. Hoy en día sentimos mucha libertad», analizan.
Una corriente similar es el «desconsumo». Aunque tiene puntos en común con el minimalismo, es incluso más extremo. «Hay gente que te dice ‘saco bolsas y bolsas’, pero hace lugar para que entre más. Constantemente está ingresando cosas. Con el desconsumo eso no pasa», cuenta a Clarín la periodista Soledad Vallejos, autora junto a Evangelina Himitian del libro Deseo Consumido (editorial Sudamericana).
Ellas cumplieron el desafío de pasar todo un año sin comprar nada más que lo necesario. «Creíamos que el consumo era excesivo. Uno siempre dice: ‘¿Y si me compro…?’ Entonces empezamos a mirar para adentro», cuenta Vallejos. La estrategia incluyó intercambiar, pedir prestado, donar y reciclar. Al sacar objetos de sus casas, se sorprendían: «¿Ah te acordás de esto?». Porque muchas veces ni sabemos lo que tenemos dentro del placard. Pero, al tomar consciencia, el cambio es rotundo y para siempre: «Ya no somos las mismas personas».
Fuente: Clarin.com